Miguel Hernández: vida, muerte y amor.

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.


Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.


Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

MIGUEL HERNÁNDEZ



La vida de Miguel Hernández es una historia realmente apasionante, conmovedora e intensa,  de la que surgió un poesía también apasionante, conmovedora, intensa... y preciosa.


En esa vida tan breve (tan trágica y tristemente breve) encontramos una infancia dura marcada por la obligación de trabajar desde muy pronto (que sin duda fue lo que empezó a forjar su profundísima conciencia social), . Nacido en 1910, en el seno de una familia de ganaderos, en una etapa de dificultades su padre lo sacó de la escuela para que ayudara a cuidar el ganado. Y el joven Miguel lo hacía acompañado siempre de los grandes clásicos de nuestra poesía (Garcilaso, Quevedo, Góngora...), de los que fue un lector voraz, lo cual, unido a un genio innato para la poesía, forjó su habilidad como poeta e hizo que ya en su Orihuela natal comenzara a destacar en certámenes y publicaciones . Eso facilitó su salto a Madrid, donde se relacionó con  grandes intelectuales y escritores(como Aleixandre, Neruda o Alberti), que pronto e convertirían en protectores e impulsores de aquel poeta joven y deslumbrante.

Pero en esa vida breve hay también dolor -mucho dolor, constante, y que expresó en poemas doloridos buscando muchas metáforas diferentes, entre las que destaca una: la del rayo que no cesa- y amor -mucho amor-: amoríos con Maruja Mallo, una de las integrantes de las "Sin Sombrero" (mujeres artistas y poetistas vinculadas a la Generación del 27, pero ninguneadas y condenadas prácticamente al anonimato por la historia, el arte y la literatura), y un noviazgo y matrimonio con Josefina Manresa, que sería la madre de sus  dos hijos. Uno de ellos murió al poco tiempo de nacer y Miguel lo evocaría en sus poemas como "hijo de la luz y de la sombra". El otro, criado "en la cuna del hambre", al que dedicaría un poema destinado a convertirse en míto aunque llevase en su título algo tan humilde y cotidiano como la cebolla)

Y en su vida hay también guerra, y rabia, e ideales,  Cuando estalla la contienda civil se afilia al Partido Comunista y no duda en alistarse en el ejército de la República, en donde militó como soldado y como poeta, al servicio de su ideología radical de izquierdas que también plasmó, al igual que su experiencia como soldado, en sus poemas.  Llegó a visitar la URSS como representante del gobierno de la República. Y fue durante la guerra cuando se casó, cuando nació y murió su primer hijo, y cuando nació el pequeño. Al finalizar la contienda, él es una figura destacada del bando perdedor y sabe que el riesgo que corre es grande, así que decide cruzar Andalucía para llegar a Portugal. Pero la policía del dictador portugués Salazar lo entrega a la Guardia Civil.

Es entonces cuando aparece en su vida la cárcel (cárcel en la que se sintió libre gracias al amor, la rebeldía más indomable a la que nadie puede poner rejas). Separado de su pequeña familia, que pasa penurias y calamidades fuera (y ahi surgen las Nanas de la cebolla, como bello y trágico testimonio de la terrible situación), sufre una condena a muerte que gracias a la intercesión de sus amigos es conmutada por 30 años de cárcel Pasará por varios penales hasta el último, el de Alicante, donde coincide con el que sería uno de los grandes dramaturgos de la literatura de posguerra, Antonio Buero Vallejo, también magnífico dibujante que le hace el famosísimo retrato que tenéis ahí arriba.

Y en la cárcel terminará su vida a causa de la enfermedad. De las enfermedades: una bronquitis se le complica con tifus y tuberculosis, y muere el 28 de marzo de 1942, con sólo 31 años. Una muerte injusta, prematura, terrible, que no pudo sin embargo con su recuerdo y con su obra. Con su figura y sus palabras. Con su memoria y con su voz.

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